La elección de Giancarlo: dejar una casa para quedarse con su perra Bimba

Giancarlo Perazzi, de 77 años, lleva una semana viviendo en las calles de Piacenza. No porque no tenga adónde ir, sino porque se niega a separarse de Bimba, la perra que ha sido su fiel compañera durante más de una década. Cuando se le ofreció una vivienda pública que no permitía mascotas, Giancarlo dijo que no. Para él, Bimba no es solo un perro, es su familia.

Toda una vida de trabajo, pero no un lugar al que llamar hogar

Giancarlo no es ajeno al trabajo duro. Ha sido mecánico, empleado de una gasolinera, trabajador de un refugio e incluso cuidador. Sobrevive con una pensión de 600 euros al mes, lo justo para sobrevivir, pero no lo suficiente para pagar el alquiler. Hasta hace poco, tenía un techo sobre su cabeza mientras cuidaba a una anciana a cambio de alojamiento y comida. Cuando ella falleció, perdió su hogar.

Los servicios sociales ofrecían alojamiento de emergencia, pero ninguna de las opciones disponibles permitía mascotas. Giancarlo no dudó. Prefería dormir en un colchón bajo un pórtico de la Via Martiri della Resistenza que dejar a Bimba.

Una comunidad se levanta para ayudar

Piacenza respondió. Los vecinos comenzaron a traer comida para el hombre y el perro. Se donaron mantas. Los desconocidos se detuvieron para hablar, registrarse y ofrecer ayuda. Dos jóvenes incluso han ofrecido ayuda financiera hasta que Giancarlo encuentre una vivienda estable. Alguien de la provincia cercana le ha ofrecido una vivienda.

El caso también ha llegado a los políticos locales. La concejala Sara Soresi, de Fratelli d'Italia, presentó una moción para revisar las normas de alojamiento de emergencia a fin de permitir la entrada de mascotas en casos extraordinarios y documentados.

«Nunca me he sentido tan amada»

«En 77 años, nunca he recibido tanto amor como esta semana», dijo Giancarlo. Y es fácil de creer. A veces, basta con una comida caliente o un gesto amable para recordarle a alguien que no es invisible, incluso sin un techo sobre su cabeza.

Aún no se sabe cómo termina esta historia. Quizá con un apartamento. Tal vez con una pequeña casa en el campo. Pero una cosa está clara: Giancarlo ya no está solo. Y Bimba tampoco.

Un tema más amplio: las mascotas como familia

La historia de Giancarlo no es un caso aislado. Cada vez son más las personas que rechazan las viviendas públicas porque eso significa renunciar a sus mascotas. Es hora de que las regulaciones reflejen la realidad: para muchos, un perro o un gato no son un lujo, son una familia. Y no se abandona a la familia.