Daniela y Elisa, el dúo madre-hija que adopta perros que nadie más quiere: «¿Viejas y enfermas? Son las más hermosas»

Enya sobrevivió por poco a los devastadores incendios forestales que asolaron Oristano (Cerdeña) en el verano de 2021. En medio de las llamas que destruyeron miles de acres de bosques, obligaron a 1500 personas a abandonar sus hogares y se cobraron la vida de innumerables animales, Enya, que entonces tenía siete años, fue rescatada junto con otros nueve perros y tres gatitos por voluntarios de la Unidad de Emergencia de LAV. Tras recibir los cuidados iniciales y curarse de las quemaduras, Enya fue trasladada de Cerdeña a Roma. Tres años más tarde, cuando todos los demás animales rescatados habían encontrado un hogar, Enya seguía sin ser adoptada, tímida y retraída. Pero su vida finalmente dio un giro cuando encontró una familia amorosa en Inveruno, cerca de Milán.

Una familia con un gran corazón por los animales

Elisa Gennaro, una asistente de ventas de 20 años, y su madre, Daniela, le dieron la bienvenida a Enya a su casa, que ya compartía con otros tres perros. «Para nosotros, Enya fue un regalo del cielo; completó nuestra familia. Su historia desafía los estereotipos. La gente suele pensar que los perros mayores y temerosos no pueden cambiar, pero sí pueden; es cuestión de paciencia. Estamos increíblemente felices de tenerla», explica Elisa. Tanto Elisa como Daniela trabajan como voluntarias en el refugio «Vita da Cani» en Magnago con Bienate, paseando y cuidando perros abandonados.

Eligiendo a los perros «invisibles»

«Siempre hemos querido adoptar un perro mayor, tanto para apoyar al refugio como porque creemos que los perros 'invisibles' —los ancianos y enfermos que nadie parece querer— son en realidad los más hermosos», continúa Elisa. «La primera vez que vi a Enya, tan asustada incluso por mi presencia, me conmovió profundamente el corazón».

Enya se unió a su familia en enero y conoció a sus nuevos hermanos caninos: Ego, un labrador mestizo de 6 años, ciego y anteriormente ignorado por su color; Lisa, una dulce perra blanca de 10 años que pasó nueve años en un refugio; y Toto, un bulldog francés de 13 años. «Enya fue entrenada inicialmente como perra de caza, pero su dueño anterior la devolvió al refugio cuando demostró que no era apta para cazar», recuerda Elisa.

El progreso de Enya y los lazos crecientes

¿Cómo le va a Enya con sus nuevas compañeras? «Inmediatamente se unió a Lisa; son inseparables. También se siente cómoda con los demás y es muy cariñosa con nosotros. Todavía teme los movimientos bruscos (levantar un brazo le hace pensar que la van a golpear), pero ha hecho un progreso increíble a su propio ritmo», nos cuenta Elisa.

Elisa enfatiza que no juzga a quienes eligen criadores: «Compramos nuestro primer perro. Pero después de vivir la vida en un refugio, optamos por la adopción. Ayudar a un animal a recuperar la serenidad después del sufrimiento es una victoria para nosotros, aunque requiere paciencia».

Adopción: un compromiso de por vida

«Adoptar un animal es una gran responsabilidad», explica Manuela Anello, del equipo de adopción de LAV. «Desafía tus hábitos y tu visión del mundo. Elegir compartir tu vida con un perro o un gato es un acto de inmensa profundidad. La adopción ofrece a otro ser vivo la oportunidad de una nueva vida después de haber sido traicionado por los humanos. Visitar los refugios y tomar esta decisión demuestra que está dispuesto a realizar un acto de amor responsable; es realmente una elección de por vida».