Un estudio revela que el vínculo con un perro puede ser más satisfactorio que con amigos o familiares

Para los seres humanos, las amistades profundas son un refugio, un espacio seguro donde uno recibe retroalimentación emocional y apoyo. Con frecuencia se dice que los amigos son la familia que elegimos, y numerosos estudios neuropsicológicos y sociológicos confirman que pocas experiencias son tan valiosas como sentirse comprendidas, acompañadas o simplemente escuchadas sin juzgar.

Pero, ¿y si ese mejor amigo camina sobre cuatro patas?

Los vínculos entre los seres humanos y los animales, especialmente los perros, se han estudiado durante décadas. Sin embargo, un nuevo estudio va más allá de las observaciones anecdóticas y emocionales: cuantifica el afecto. Según una investigación publicada en Informes científicos, muchas personas encuentran que su relación con sus perros es más satisfactoria que con familiares cercanos, amigos o incluso parejas románticas.

Una conexión emocional más profunda

El estudio, dirigido por los investigadores Borbála Turcsán y Enikő Kubinyi de la Universidad Eötvös Loránd de Hungría, ofrece una visión matizada del lugar que ocupan los perros en nuestras redes de apoyo emocional.

El estudio, que se llevó a cabo entre abril de 2011 y diciembre de 2023 en dos fases, incluyó a 717 participantes reclutados a través de las redes sociales. Alrededor del 80% tenía una pareja sentimental y el 20% eran padres. Se pidió a los participantes que evaluaran sus relaciones con cinco figuras clave: su perro, su pareja sentimental, su mejor amigo, un pariente cercano y su hijo (si correspondía).

Los investigadores utilizaron el Inventario de redes de relaciones, una herramienta psicológica que evalúa la calidad de las relaciones a través de 13 dimensiones, como el apoyo emocional, el compañerismo, la intimidad, la satisfacción y el equilibrio de poder.

Compañeros leales con pocos conflictos

Los hallazgos fueron sorprendentes: los perros obtuvieron los puntajes más altos en categorías como el compañerismo, la necesidad de cuidados, el apoyo emocional y la confiabilidad. También tuvieron significativamente menos interacciones negativas en comparación con las relaciones humanas, con la excepción de los mejores amigos.

Sorprendentemente, cuando se les preguntó sobre la satisfacción general en cada relación, los participantes calificaron a sus perros mejor que a sus amigos y familiares más cercanos, y a la par con sus parejas románticas e hijos.

«Los perros ofrecen una relación muy positiva con un mínimo de conflictos, un fuerte apoyo moral y una oportunidad única de tener el control total sobre otro ser vivo», dijo el investigador Enikő Kubinyi. En otras palabras, los perros no sustituyen a las personas, sino que ofrecen algo diferente: una conexión emocional profunda y estable, libre de las tensiones habituales en las interacciones humanas.

En parte niño, en parte mejor amigo

Una de las ideas más fascinantes del estudio es que la relación perro-humano no se alinea completamente con la de un niño o un amigo, sino que comparte rasgos de ambos. Al igual que el vínculo entre padres e hijos, el perro es dependiente, requiere cuidados constantes y muestra un afecto entusiasta e incondicional. Pero a diferencia de los niños, los perros no discuten ni provocan conflictos prolongados.

En términos de dinámica de poder, la relación humano-perro es la más asimétrica de todas. Mientras los niños crecen y se vuelven independientes, los perros dependen de los humanos durante toda su vida. Esta dependencia continua, combinada con una lealtad inquebrantable, mejora la estabilidad emocional y la sensación de seguridad que muchos dueños de mascotas aprecian.

No es un reemplazo, es una adición

Algunos podrían preguntarse si los perros sirven como sustitutos de la falta de vínculos sociales o emocionales. Sin embargo, Turcsán y su equipo descubrieron lo contrario: las personas con relaciones humanas sólidas tenían más probabilidades de valorar la relación con su perro.

«El vínculo con un perro no reemplaza las relaciones humanas, sino que ofrece algo único, una combinación de características que complementan lo que obtenemos de las personas», explicó el investigador. En otras palabras, un perro no es un sustituto, sino otra pieza, igualmente valiosa, de la red de apoyo emocional de una persona.

Como resumió Kubinyi:

«Un perro puede ser el compañero de juegos de un niño pequeño, el hermano y el mejor amigo de un adolescente, el simbólico «niño peludo» de una pareja o incluso el «perro nieto» de los abuelos con el nido vacío».